“Ansiedad Escolar en Honduras: Un Desafío Silencioso”

Ansiedad Escolar en Honduras: Un Desafío Silencioso

En Honduras, la ansiedad escolar se ha convertido en un desafío silencioso pero significativo que afecta la vida diaria de numerosos estudiantes. Este problema, exacerbado por la pandemia de COVID-19 y las condiciones sociales y económicas del país, requiere una atención inmediata y sostenida.

Impacto de la Pandemia y el Confinamiento

Después de 17 meses de confinamiento y clases virtuales debido a la pandemia de COVID-19, los estudiantes hondureños han enfrentado una serie de desafíos que van más allá de la educación académica. El paso de una vida escolar activa y social a una existencia sedentaria y aislada ha generado problemas de déficit de atención, hiperactividad, ansiedad y estrés, según Felipe Pineda, presidente del Colegio de Psicólogos de Honduras[1].

La falta de actividad física y recreativa ha llevado a una disminución en la capacidad de los estudiantes para mantenerse concentrados. La docente universitaria Leyla Banegas destacó que “la capacidad de que los estudiantes se mantengan concentrados ha disminuido, en la presencialidad va a requerir doble esfuerzo”[1]. Esto no solo afecta el rendimiento académico, sino que también tiene implicaciones en la salud física, incluyendo el aumento de peso, carga de colesterol, y problemas como la obesidad y la diabetes.

Prevalencia de Trastornos Mentales

La ansiedad y la depresión son trastornos mentales comunes entre los estudiantes en Honduras. Un estudio publicado en la Revista de las Ciencias Sociales reveló que un 29.9% de los estudiantes universitarios presentan posibles trastornos mentales, lo que incluye ansiedad, depresión, abuso de sustancias psicoactivas y estrés postraumático[2].

  • Ansiedad: Afecta al 16% de los estudiantes, manifestándose en nerviosismo, tensión, dolores de cabeza frecuentes, y dificultades para dormir y pensar con claridad.
  • Depresión: Afecta al 5.9% de los estudiantes, caracterizándose por cansancio, dificultad para tomar decisiones, tristeza, y pérdida de interés en actividades.
  • Estrés Postraumático: Afecta al 5.1% de los estudiantes, especialmente en un contexto de violencia y inestabilidad social.

Estos trastornos no solo afectan el bienestar individual de los estudiantes, sino que también impactan en su rendimiento académico y en su capacidad para interactuar socialmente.

Consecuencias a Largo Plazo

La ansiedad escolar y otros trastornos mentales pueden tener consecuencias a largo plazo si no se abordan adecuadamente. La licenciada Ethel Maldonado, coordinadora de la carrera de Terapia Funcional de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, señaló que “cuando un joven presenta síntomas en la universidad, por lo general afecta el funcionamiento en actividades diarias y entre más se limita se crea una discapacidad psicosocial”[2].

Además, el sedentarismo y la falta de actividad física, exacerbados por el confinamiento, han llevado a un aumento en los casos de obesidad y diabetes entre los jóvenes. Según Óscar Gómez, director del Instituto Nacional del Diabético, “el sedentarismo es una de las principales razones de las enfermedades como la obesidad y que las clases presenciales son más benignas en los estudiantes, sobre todo por la actividad física que puedan realizar”[1].

Responsabilidad y Apoyo

La responsabilidad de abordar la ansiedad escolar no recae solo en el sistema educativo, sino también en las familias y la sociedad en general. Daniel Esponda, dirigente del Colegio Profesional Unión Magisterial de Honduras, enfatizó que “si hay problemas de obesidad, en todo caso, es responsabilidad de los padres de familia, porque la educación en línea es una alternativa y sigue siendo una alternativa en esta pandemia, el problema es que el gobierno no ha garantizado las condiciones necesarias”[1].

Es crucial crear un ambiente seguro y de apoyo para los estudiantes. El Centro Psicológico Comunitario de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras ofrece sesiones de terapia para tratar a los estudiantes afectados por trastornos mentales. La licenciada Ethel Maldonado motivó a los estudiantes a encontrar espacios para manifestar sus miedos e inquietudes, destacando la importancia de un ambiente seguro para apoyarles[2].

Estimaciones y Proyecciones

Las estimaciones sugieren que entre 480,000 y 1.9 millones de niños y adolescentes en Honduras podrían estar afectados por trastornos mentales o tener rasgos de los mismos. Esto representa entre el 4.9% y el 19.6% de la población total del país[3].

Estas cifras subrayan la necesidad urgente de implementar programas de salud mental en las escuelas y de aumentar la conciencia sobre la importancia de la salud mental entre los estudiantes, padres y educadores.

En resumen, la ansiedad escolar en Honduras es un desafío complejo que requiere una respuesta multifacética. Es esencial abordar las causas subyacentes, proporcionar apoyo psicológico y promover un ambiente saludable y de apoyo para todos los estudiantes. Solo mediante una acción coordinada y sostenida se puede mitigar el impacto de la ansiedad escolar y asegurar un futuro saludable y productivo para las generaciones venideras.

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